miércoles, 24 de mayo de 2017

Análisis dramatúrgico de Goffman y teorías creativas: etnometodología, fenomenología y sociología existencial.


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   Erving Goffman Se doctoró en la escuela de Chicago en 1953, es considerado el más grande pensador vinculado a la escuela de Chicago.

Discípulo de Blummer, con quien creó un centro de interaccionismo simbólico, que no tuvo gran importancia.
Goffman tampoco tuvo mucho éxito entre los alumnos de la escuela de Chicago. A partir de 1952 el interaccionismo simbólico comenzó a decaer, aunque no por completo.


Entre los años sesenta y setenta publicó una serie de trabajos que provocaron el nacimiento de su gran obra, el análisis dramatúrgico, como una variante del interaccionismo simbólico.


Su libro más famoso fue publicado en 1959: "Presentation of self in everyday life" Goffman pensaba a la vida cotidiana como un teatro en el que sólo nos toca representar distintos papeles en diferentes contextos. En toda interacción social existe una región anterior (que equivale al proscenio). Después venía la puesta en escena: en esta los actores se preocupan por su apariencia física, y por cumplir con su actuación la expectativa de los demás. [MI] Finalmente, el autor, en los vestidores podía desprenderse de su papel y ser él mismo. [YO] Sus detractores rechazan su postura debido a: Algunos creen que se centraba en aspectos irrelevantes de la vida social.
Desarrollaba microsociología, en una época que se interesaban más por lo macro.
La mayoría de sus estudiantes eran incapaces de construir teóricamente a partir de sus principios.
Su perspectiva sólo ha sido útil en la investigación empírica.
Al final de su carrera Goffman le dio un enfoque estructural a su trabajo, es por eso que su enfoque tuvo pocos representantes posteriores.
El desarrollo de las teorías de la vida cotidiana.
El desarrollo de las sociologías de la vida cotidiana.
Sociología fenomenológica.
Etnometodología.
Sociología existencial. Sociología fenomenológica: La filosofía fenomenológica se basa en el análisis de la conciencia. Con respecto a la sociología fenomenológica, su mayor representante es Alfred Shutz con su obra "The fenomenology of the social world" publicado en Alemania en 1932.
Shutz llegó a EUA en 1939, comenzó a trabajar en la New School social research, desde ahí influyó para el desarrollo de la fenomenología y más tarde en la etnometodología estadounidense. Shutz concebía a este como un mundo intersubjetivo en el que los sujetos crean la realidad en un contexto prácticamente preestablecido; estudió bastante acerca de la relación entre la realidad social y cultural inexorable construida previamente y la realidad creada por parte de los sujetos.


Diferenció dos tipos de relaciones entre los sujetos:
"Relaciones entre nosotros"
"Relaciones entre ellos"


Los años 60's fueron de gran avance para el desarrollo de la fenomenología, además de la traducción de la obra de Shutz, Berger y Luckmann publican "The social construction of reality", este libro hizo las ideas de Shutz accesibles a toda la sociedad. ETNOMETODOLOGÍA Harold Garfinkel (creador de esta perspectiva) fué alumno de Shutz en EUA, y a finales de los años 40's de Parsons.


Garfinkel se doctoró en Harvard en 1952 y en 1954 llegó a la universidad de California dónde Garfinkel y sus alumnos de licenciatura desarrollaron.


Su obra más importante es "Estudios en etnometodología" publicada en 1967. Definición: La etnometodología es el estudio del cuerpo del conocimiento de sentido común y de la gama de métodos por medio de los cuales los sujetos dan sentido a las circunstancias y actúan en consecuencia" Heritage (1984)
Los etnometologos se preocupan por la acción a diferencia de los fenomenólogos que se preocupan por la conciencia; y estudian detalladamente las conversaciones.
La idea microsociológica de la etnometodología, entre otras cosas le ha valido fuertes críticas en la sociología tradicional.
Dos de las más fuertes han sido por parte de James Coleman en 1968 y la otra por parte de Lewis Coser presidente de la Asociación Americana de sociología en 1975. Sociología existencial Comparte con los otros dos enfoques un interés por los actores, sus pensamientos y sus acciones.


Se centra en las complejidades de la vida del individuo y en el modo en que los actores intentan resolverlas.


Se centra particularmente en sentimientos individuales y en el sujeto.




Igual que las otras perspectivas revisadas esta es una microsociología interesada en el actor reflexivo y creativo.


Estigma. La identidad deteriorada.

1. Estigma e identidad social

   Los griegos, que aparentemente sabían mucho de medios visuales, crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. Los signos consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo, y advertían que el portador era un esclavo, un criminal o un traidor -una persona corrupta, ritualmente deshonrada, a quien debía evitarse, especialmente en lugares públicos-. Más tarde, durante el cristianismo, se agregaron al término dos significados metafóricos: el primero hacía alusión a signos corporales de la gracia divina, que tomaban la forma de brotes eruptivos en la piel; el segundo, referencia médica indirecta de esta alusión religiosa, a los signos corporales de perturbación física. En la actualidad, la palabra es ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido al original, pero con ella se designa preferentemente al mal en sí mismo y no a sus manifestaciones corporales. Además, los tipos de males que despiertan preocupación han cambiado. Los estudiosos, sin embargo, no se han esforzado demasiado por describir las condiciones estructurales previas del estigma, ni tampoco por proporcionar una definición del concepto en sí. Parece necesario, por consiguiente, tratar de delinear en primer término algunos supuestos y definiciones muy generales. 



Libro completo en: http://s3.amazonaws.com/academia.edu.documents/44361245/Goffman__Erving_-_Estigma._La_identidad_deteriorada.pdf?AWSAccessKeyId=AKIAIWOWYYGZ2Y53UL3A&Expires=1495650529&Signature=%2Bwn29bPUEpHnTjQFj8pnyfeioS4%3D&response-content-disposition=inline%3B%20filename%3DEstigma._La_identidad_deteriorada.pdf

lunes, 22 de mayo de 2017

La performance y el programa prefijado

Cada sujeto, al interactuar en un establishment determinado y en una situación concreta, lleva a cabo una representación-performance-que está sujeta a un programa prefijado-rutina-(si hay varios habrá que escoger) y que está marcado por unos roles . Por medio de este proceso, la actuación de cada persona se combina con las actuaciones de las otras para formar un equipo y cooperar entre sí para la definición de la situación (una clase, una conversación, un examen, una consulta , etc.) y para la representación de una rutina. Sus integrantes tienden a relacionarse entre sí a través de vínculos de dependencia recíproca (cada uno debe confiar en la conducta correcta de los demás) y de familiaridad recíproca (son cómplices en el mantenimiento de una apariencia determinada), deben compartir y guardar secretos que podrían hacer tambalear la representación y su significado.

Así, si hay roles o hechos que alteran la actuación y repercuten en la autoimagen, en la interacción-definición de la situación-o en la estructura social-establishment, etc. - Los actores y el público procuran, con diferentes técnicas, salvaguardar la representación.

Qué ocurre cuando una performance pasa de la región no visible a la visible:

Si por la razón que sea, la conducta propia de la región no visible deviene visible, podemos encontrarnos con lo que se llama una situación embarazosa. Esta situación es provocada por la aparición de un comportamiento inesperado, que va en contra de las expectativas y que, inequívocamente, tiene la fuerza para cuestionar las asunciones que se tenían sobre la identidad y el rol de, como mínimo, uno de los participantes en la interacción. Es el caso, por ejemplo, de una profesora que consideramos muy buena, pero de la que descubrimos que hace unas clases que no son otra cosa que la copia literal de un determinado manual.

El público, así, sólo tiene acceso a una parte de la actuación, la que se corresponde con la fachada o región visible, en la que se le pide que mantenga las maneras y la integridad del rol. Además, en la fachada se actuará de una manera fija para definir y dar un sentido único y comprensible a la situación.
Durante una actuación pueden desarrollarse rutinas o pautas preestablecidas de acción que pueden ser presentadas o representadas múltiples veces. Las órdenes, por ejemplo, siempre desde el padre hacia el hijo o la hija, y difícilmente encontraremos que circulen en el sentido inverso. Es en este sentido que Goffman conecta la actuación de las personas con la idea de rol: una persona que desarrolla la misma rutina ante un mismo público en diferentes oportunidades, probablemente desarrollará una relación estandarizada con este público.

El establishment

En este sentido, muchas de las actuaciones que hacemos o que observamos tienen lugar en el que E. Goffman califica de establishments. El establishment hace referencia a un lugar cerrado, con barreras para la percepción, donde se desarrolla regularmente un tipo determinado de actividad. Implica un escenario en el que se gestionan impresiones durante la interacción.

Las dos regiones del establishment:

-El fondo o la región invisible para el público: se utiliza para preparar la actuación de una rutina (rol).

-El frente o la región visible para el público: que puede llamarse fachada, y que podemos considerar como símil de imagen. Tiene la función de ofrecer esta actuación al público. La cara visible de la actuación o fachada está configurada por diferentes elementos, los cuales se espera que sean congruentes entre sí:

a) la dimensión física que impone el escenario de la acción (el aula es un escenario específico, con una mesa, varias sillas, una pizarra, etc.);

b) la dimensión personal, que determina la apariencia de los actores (edad, sexo, gestos, etc., un profesor de universidad difícilmente tendrá menos de 20 años, por ejemplo). Esta dimensión personal a la vez está configurada por:

• la apariencia o conjunto de estímulos que nos informan sobre el estatus del actor, por ejemplo, la actitud inquisidora en el caso de un profesor autoritario;

• los comportamientos que nos informan sobre el rol que la persona tiene, que es, en nuestro ejemplo, la acción de proporcionar contenidos teóricos de forma comprensible.

La dimensión pública del comportamiento o fachada tiende a institucionalizarse en función de las expectativas del público ya adquirir un significado y una estabilidad que son independientes de las tareas específicas que los actores lleven a cabo, lo que quiere decir que se convierte en una representación colectiva y en un hecho en sí mismo, que puede ser independiente de lo que realmente ocurre.

martes, 25 de abril de 2017


PALO ALTO, EL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO Y LA PSICOLOGÍA EN LA COMUNICACIÓN 

George H. Mead  en su libro Mind, self and society, nos dice que lo que verdaderamente caracteriza al ser humano es su capacidad de interacción social, de acción intersubjetiva. El lenguaje permite la capacidad para conocerse (a sí mismo: llamado self) y para ponerse en el lugar de otro. El ser humano posee un recurso de interacción consigo mismo que le permite relacionarse con el mundo. Erving Goffman desarrolla el concepto de self de Mead para interpretar las relaciones que tienen los individuos y la sociedad. Para ello utiliza la metáfora del teatro, llamada dramaturgia social. Para entender el término de dramaturgia social primero tenemos que entender lo que es la dramaturgia. La dramaturgia es el arte de componer y representar una historia sobre el escenario. Todos en la sociedad hacemos una actuación. Cada persona define sus propios roles de acuerdo a su entorno y buscan encajar en cierto papel. Siempre estamos definiéndonos a nosotros mismos, desde la ropa que usamos, la música que escuchamos, y buscamos encajar en un papel dentro de la sociedad.
       La sociedad y los medios han definido ya los roles, actuámos de acuerdo a ciertas normas preestablecidas y vamos buscando lo que más nos gusta y tratamos de formar nuestra personalidad bajo esos criterios. Por ejemplo, a una persona le gusta la música metal. Dentro de la sociedad ya existen ciertos parámetros que encasillan a las personas que les gusta ese tipo de música. Por lo general se dejan el pelo largo, usan ropa negra con calaveras, usan pulseras con estoperoles, etc. A alguien que le empiece a gustar ese tipo de música va a buscar verse como las otras personas y va a adoptar un personaje que se parezca a esos que ya existen. Define su rol de acuerdo a su entorno para encajar en el papel que quiere representar, aunque en realidad puede que su personalidad sea otra y únicamente le guste el tipo de música y no la ropa.
       Todos asumimos un papel dentro de la sociedad: hijo, hermano, estudiante, maestro, jefe, padre, etc. Todos son papeles ya establecidos y nosotros buscamos encajar en alguno para encajar dentro de la sociedad. Todos representamos nuestra propia historia sobre el escenario que es la sociedad. La ciudad es un reflejo de los habitantes y puede ser considerado como el escenario. Muchas personas usan actuaciones estratégicas, por ejemplo en una reunión o acto social. Cada situación social tiene su propia actuación. No nos comportamos de la misma manera en la escuela o en una fiesta o en una reunión de trabajo. Siempre adoptamos diferentes actuaciones dependiendo de nuestro entorno. Al mismo tiempo una persona puede interpretar varios roles. Una misma persona puede ser un padre, hijo, estudiante, maestro, empleado, jefe, todo al mismo tiempo. Todo depende de la situación y tiempo en la que nos encontremos. Nuestra sobrevivencia en las interacciones sociales depende de lo bien que interpretemos los diferentes roles.
       Toda nuestra vida es como la vida de un actor. Un actor es una persona que interpreta un papel. Comienza con entender a un personaje y se encarga de personificar y dar vida al personaje. Su objetivo es que su personaje sea creíble, aunque el personaje nunca será la persona real. ¿Hasta qué punto esto es verdadero para todos nosotros? Todos interpretamos un papel, lo intentamos entender y dar vida y tiene que resultar creíble, pero, ¿al interpretar diferentes roles dentro de una sociedad nunca seremos la persona que somos en realidad?

REFERENCIA: De Moragas, Miquel. (2011) Interpretar la comunicación. Estudios sobre medios en América y Europa (1era edición). Barcelona: Editorial Gedisa, S.A. 

martes, 4 de abril de 2017


Restricción de la contingencia II: el ritual de la interacción

En casi todos los ámbitos de interacción podemos encontrar dos tipos de reglas. Por un lado tenemos las reglas de carácter sustantivo, es decir, aquellas que tienen una significación en sí mismas. Ejemplos de dichas reglas se encuentran en la normatividad de un juego (en el fútbol sólo el portero puede tocar la pelota con las manos) o en los reglamentos de una biblioteca (no se debe hablar fuerte en las salas de lectura). Las reglas sustantivas se encuentran, por lo general, fijadas por escrito y sus sanciones están explicativas en el mismo reglamento.
Por otro lado, tenemos reglas de carácter más bien implícito que, en principio, parecen estar vacías de significado. Reglas prácticas, como las que se describieron en el apartado anterior, cuya no-aplicación conoce sanciones distintas a las propias de las reglas sustantivas. Si, al tener trato por vez primera con una persona que ocupa un rol superior en la escala jerárquica de una organización, no le hablo de “usted”, sino de “tú”, es muy probable que la persona se sienta ofendida y, de una u otra forma, nos haga notar nuestra falta (tal vez, marcando la distancia al hablarnos de “usted”, rompiendo así con la ilusión de simetría); o en una cena familiar vemos cómo una de nuestras tías regaña a su hijo porque éste subió los codos a la mesa. Estas reglas tienen, pues, un carácter meramente ceremonial. Mientras que el sentido de las reglas sustantivas es muy claro, aquel de las reglas ceremoniales permanece oculto. De la misma forma en que es obvio que si en un juego de fútbol todos empezaran a tocar la pelota con las manos (y no sólo los porteros), el juego dejaría de llamarse fútbol, está claro que si hablo en voz alta en la sala de lectura de una biblioteca voy a interrumpir a los que están leyendo. ¿Pero qué problema hay si le hablo de “tú” a un superior, o si subo los codos a la mesa? En principio, no pasa nada y, sin embargo, no podemos evitar que sean acciones que molesten a los demás. Más aun, si nos ponemos en el lugar de los “ofendidos” no podemos evitar sentirnos incómodos. ¿A quién o a qué se está lastimando cuando no se cumplen las reglas ceremoniales? Goffman considera que las reglas ceremoniales protegen al objeto de culto moderno por antonomasia: al individuo.
Para explicar este fenómeno, Goffman se inspira en la distinción clásica entre lo sagrado y lo profano desarrollada por Émile Durkheim en su sociología de la religión. A este respecto, Durkheim afirma:
Pero lo característico del fenómeno religioso es que siempre supone una división bipartita del universo conocido y conocible en dos géneros que comprenden todo lo existente, pero que se excluyen radicalmente. Las cosas sagradas son aquellas protegidas y apartadas por las interdicciones; las profanas son aquellas a las que esas interdicciones se aplican, y deben permanecer a distancia de las primeras. Las creencias religiosas son representaciones que expresan la naturaleza de las cosas sagradas y las relaciones que mantienen ya sea unas con otras, ya sea con las cosas profanas. Por último, los ritos son reglas de conducta que prescriben cómo debe comportarse el hombre con las cosas sagradas.
Para Durkheim era obvio que la creciente diferenciación social ha menguado el poderío de los objetos sagrados tradicionales (dioses, espíritus, etc.), pero eso no implica que los objetos sagrados hayan desaparecido. Lo sagrado desempeña un rol fundamental en la estructuración normativa de lo social. La diferencia es que hoy día ya no se puede pensar que todos los habitantes de una ciudad o una nación veneren a los mismos dioses. Por eso mismo ha surgido un equivalente funcional que hace las veces de objeto sagrado venerado por todos: el individuo. Goffman sigue el argumento de Durkheim y concluye que esa es la razón por la cual respetamos las reglas ceremoniales. Lo que se lastima cuando se contravienen dichas reglas es la dignidad de ese objeto sagrado propio de la modernidad, de ese común denominador moral que es el individuo.
En este sentido, todos nuestros actos en la interacción obedecen a reglas prácticas de carácter ceremonial. Goffman considera que respetamos al individuo en abstracto, más allá de las personas concretas con las que interactuamos. Por ejemplo, puedo encontrarme a una persona que no me interesa en lo más mínimo. Sin embargo, si esta persona me saluda y me pregunta cómo estoy, me veré “obligado” a responder de forma educada y a hacer la misma pregunta en señal de reciprocidad. Por eso en el ejemplo del saludo, una situación cotidiana se tornaba tan compleja.
Goffman presta especial atención a dos tipos de reglas ceremoniales: la deferencia y el comportamiento. La deferencia remite al cuidado que tenemos en la interacción para no ofender a los otros (si alguien, sin querer, eructa después de la comida y se disculpa, no vamos a empezar a reírnos de él). Por su parte, el comportamiento tiene que ver con los “buenos modales”, es decir, con los códigos sociales que muestran nuestra capacidad como agentes en la interacción.

Justo en la aplicación de las reglas ceremoniales podemos ver con gran claridad la especificidad estructural del orden de la interacción. Dos personas de clases sociales muy distintas se sientan una junto a la otra en un partido de fútbol. Uno de ellos es un hombre adinerado, dueño de una empresa publicitaria, el otro es empleado de una tienda departamental. Ya entrado el juego, el arbitro marca una falta contra el equipo local, lo que despierta un gran alboroto en la tribuna. El hombre adinerado voltea a ver al empleado departamental y le comenta su enojo. A su vez, el empleado le dice que el arbitro había dejado pasar una falta igual, pero contra el otro equipo, hace apenas unos minutos. En el transcurso de la conversación ambos hombres se tutean. No hay necesidad de indagar el estatus socioeconómico de cada uno. Se respetan por ser individuos (y por ser fanáticos del mismo equipo, claro está). Hay, pues, un marco social que encuadra dicha situación: conversación informal en un estadio de fútbol. Según la “normatividad” de dicho marco, no hace falta respetar jerarquías en ese espacio. Más tarde analizaremos con detenimiento la problemática de los marcos sociales. Por ahora lo que resulta interesante es el hecho de que en otra situación (de carácter laboral, por ejemplo), los hombres hubieran tenido que hablarse de “usted”. Al menos en el nivel de la interacción, las reglas ceremoniales pueden generar simetría. Como no queremos que se nos ofenda, no ofendemos a los demás.

Restricción de la contingencia I: las reglas de la interacción



En Goffman, al igual que en la tradición de la “Escuela de Chicago”, la definición de la situación es un problema central. Hay, sin embargo, algo que marca una importante diferencia entre las forma en que Goffman analiza a la interacción y las reflexiones propias de dicha tradición (incluidas las reflexiones propias del “interaccionismo simbólico”). Me refiero al empleo del concepto de regla y a sus implicaciones teóricas.
A pesar de haber estudiado en la Universidad de Chicago, Goffman nunca estuvo totalmente de acuerdo con el “dogma” de esta tradición. Si bien Goffman no se interesó por el desarrollo de una “súper teoría” al estilo de Parsons (y mucho menos de una “teoría de alcance medio” en el sentido de Merton), tampoco fue un empirista que se haya limitado a realizar descripciones etnográficas de determinados fenómenos. A pesar de que la influencia que la “Escuela de Chicago” tuvo en la obra de Goffman no puede negarse, sería un error pensar que su obra puede clasificarse, sin mayor problema, bajo esta rúbrica.
Para colocarse en una posición intermedia entre las “súper teorías” y el empirismo, Goffman propone el desarrollo de “marcos conceptuales de bajo alcance”. El dinamismo de dichos marcos refleja perfectamente la actitud pragmática que asume Goffman durante el proceso de investigación. A diferencia de la gran mayoría de teóricos, Goffman no se enamora de sus conceptos y no pretende “forzar” a la realidad para que a toda costa encaje en su marco teórico. Los conceptos en Goffman parecen estar siempre acompañados de la etiqueta: “después de usar, favor de tirar”. Goffman le es infiel a sus conceptos (incluso dentro de una misma obra) porque para él lo importante es dar cuenta de una realidad. La realidad es tan compleja que el concepto, incapaz de aprehender sus infinitos matices, termina por agotarse. Llegado este momento, es necesario echar mano de otro concepto que, a su vez, está destinado a devenir obsoleto. Los conceptos de las teorías de bajo alcance no son, pues, omnipotentes. Sin embargo, tras esta modestia conceptual no se oculta incapacidad alguna, sino mesura. Goffman no duda de la utilidad de los conceptos y sabe que sólo mediante ellos es posible llegar a observar lo que todavía no ha sido visto o a relacionar lo que ha permanecido inconexo. La dimensión teórica es, pues, un aspecto fundamental de las investigaciones de Goffman. Su empleo del concepto de regla es un claro ejemplo de esta posición.
Goffman entiende a las reglas no como férreas leyes, sino como conocimientos prácticos que posibilitan mantener el orden de la interacción. Saber cómo debe uno de comportarse en los encuentros cara-a-cara es sumamente importante. Saber comportarse no sólo quiere decir tener buenos modales, sino saber qué hacer en determinadas circunstancias cuando el orden de la interacción se ve amenazado. Es decir, no sólo se trata de saber que hay que pedir las cosas “por favor” o que hay que agradecer a la gente que nos ayuda o nos presta un servicio; la problemática que se resuelve mediante las reglas de la interacción va más allá. Por ejemplo, imaginemos que estamos en una charla informal con nuestro jefe. La conversación gira en torno a la vida familiar y los pasatiempos. El jefe nos platica una versión idealizada de su vida familiar. Nos cuenta cuán maravillosa es su esposa y lo buen estudiante que es su hijo. De repente, al contarnos algo respecto a lo que hizo el fin de semana el jefe comete una pifia. En vez de llamar a su esposa por su nombre, se equivoca y la llama con el nombre de su secretaria (Ana, una chica bastante guapa que, en más de una ocasión, ha “monopolizado” la atención del jefe cuando entra en su oficina). El jefe se disculpa y corrige: “dije Ana; perdón, quise decir Marta, mi mujer”. El jefe se sonroja. Nos damos cuenta de que la situación se ha tornado incómoda. Sabemos que al jefe le gusta presentarse como un hombre de familia y que en la empresa pregona los valores familiares como la “piedra angular” del éxito. Sería, pues, un error hacer de la pifia un tema y tratar de indagar en los “motivos ocultos” que la desencadenaron (es muy probable que al jefe le guste Ana y que piense en ella bastante seguido). Se tiene, pues, mucha información, pero no hay tiempo para ponderarla; es necesario actuar. Así las cosas, en menos de un segundo hemos tenido que tomar una decisión. Nuestro sentido práctico nos dice que no debemos hacer comentario alguno y continuar con la charla como si nada hubiera pasado para hacer sentir bien a nuestro jefe. Hacer, pues, de un evento un no-evento. Sólo así podremos recuperar el hilo de la conversación y llevar a buen término el encuentro.
Sin embargo, no siempre tiene que haber jerarquía de por medio. Cuando una amiga nos pregunta cómo se ve con su nuevo corte de cabello, normalmente decimos que le queda muy bien, incluso cuando somos de la idea de que dicho corte de cabello la hace ver terriblemente mal.
La interrogante es ahora: ¿por qué hacemos esto? ¿Por qué no podemos sincerarnos y decir “te ves horrible”? ¿Por qué las reglas de la interacción nos “obligan” a mentir? Es aquí donde de la observación de casos particulares se pasa a la generalización teórica, ya que dichas preguntas sólo pueden responderse a partir de un determinado marco conceptual. Para poder hacer esto, es necesario complementar el concepto de regla con el concepto de ritual de interacción.

martes, 28 de marzo de 2017

TEORÍA DE LA ACCIÓN SOCIAL: FRAME ANALISIS, ACCIÓN SOCIAL Y LENGUAJE COTIDIANO, Y EL ACTOR:LA FISIONOMÍA DEL ENLACE

La teoría de la acción social en Erving Goffman: Parte 2

Descodificación de la vida cotidiana: Frame analysis
En su intento de afrontar de forma sistemática tanto el problema de la «realidad social», como nuestra experiencia acerca de la realidad, Goffman retoma el concepto de Bateson: “Frame Analysis”, el cual emerge como una reelaboración madura de “La presentación del self”, en donde se presenta el proyecto de construir una nueva perspectiva sociológica con la cual estudiar la vida social. Goffman toma en cuenta un análisis sistemático de las «definiciones de la situación» que enmarcan tales acciones y relaciones, confiriendo su «significado» social.
Para Goffman es la «situación» la que confiere sentido a la acción, situación a la que asigna una mayor centralidad que Parsons y que analiza de forma más refinada y articulada. Una efectiva comprensión de la acción social no puede basarse simplemente en el análisis de normas que, por lo general, guían a la acción en diferentes contextos sociales y simbólicos. Más bien se hace necesario elaborar una teoría sistemática de la relación entre la acción y la situación en la que recaba su significado ésta última. En Frame Analysis Goffman se compromete en este objetivo, aunque no parece conseguirlo del todo.
Goffman analiza la situación del juego como ejemplo de todos los sistemas de actividades. Todas las situaciones sociales se presentan regidas por reglas de relevancia/irrelevancia y por reglas de transformación. Las reglas de relevancia/irrelevancia contemplan la realidad de un sistema situado de actividad. Para ello establecen, por una parte, los atributos y caracteres que definen de forma esencial aquella particular situación y, por otra, qué aspectos son contingentes. Pretende afirmar que las concretas situaciones de interacción gozan de una relativa autonomía respecto a otras situaciones o esferas de actividad, que deriva del particular frame en el que se enmarcan las relaciones.
Parte de que la configuración esencial de toda cultura, cosmología o sistema de creencias (framework o frameworks) Goffman afirma que está constituida por una serie definida de modelos y esquemas interpretativos fundamentales que los individuos asumen como la base relativamente estable de su representación de la realidad. Los frameworks analizan concretamente las imágenes del mundo, las ideas relativas a la naturaleza y a las facultades humanas, las concepciones del cuerpo, el concepto de causalidad y la relación entre acontecimientos, etc.
Sobre la base relativamente estable y dada por descontada del «enmarque» primario de la realidad, los individuos posteriormente construyen los niveles de significación uno sobre otro, de modo progresivo añadiendo complejidad y artificialidad. A estos niveles los clasifica como: transformación en clave y manipulación. Mientras que en las acciones de “clave” todos los actores interpretan la situación del mismo modo, en las manipulaciones, algunos actores crean “falsos marcos” para engañar a los otros sobre lo que realmente está sucediendo. Sin embargo, la más importante distinción entre ambos conceptos se refiere a las diferentes finalidades de las manipulaciones.
En conclusión, Goffman considera algunos frames más fundamentales que otros y a ellos confiamos nuestro sentido de la realidad. Las transformaciones en clave siempre conservan una relación con la realidad primaria.
Acción social y lenguaje cotidiano
La idea fundamental de Goffman es que toda práctica discursiva siempre está «enmarcada» en un contexto interactivo. Los actos lingüísticos sólo pueden comprenderse si son considerados como «flujos» sociales.
La definición de los actos comunicativos como «flujos» sociales tiene una segunda consecuencia: la conversación —como cualquier otro tipo de discurso— siempre es, en su estructura, un «intercambio ritual».
Concluyendo, Goffman se distancia de todos aquellos planteamientos lingüísticos y microsociológicos para los que la comunicación no es una dimensión o una consecuencia de la acción, sino que más bien se constituye como la fuerza productiva. Coherente con su perspectiva «realista», sin embargo, considera que es necesario partir de la estructura de la acción social para comprender la estructura de la comunicación.
Orden de la interacción y orden social
Para Goffman, el orden social se genera localmente mediante las reglas ceremoniales y los rituales que gobiernan las relaciones cara a cara: el orden de la interacción está en la base del orden social.
Posteriormente habla de un de un sistema de obligaciones y expectativas en términos morales. Cuando los actores someten su comportamiento al orden ceremonial dominante, ofreciendo su contribución al flujo ordenado de los mensajes, su objetivo es salvar la cara, trayendo como efecto salvar la situación.
Goffman mantiene que la «correcta» performance no depende primariamente de los movimientos psicológicos y de la sinceridad del actor, sino de que el mismo esté socialmente autorizado para asumir un cierto personaje o rol y lo haga con el necesario «cuidado» y coherencia expresiva. Es suficiente que «todo participante reprima sus sentimientos inmediatos, ofreciendo una interpretación de la situación que considere al menos momentáneamente aceptable por los otros.
El actor: la fisonomía del «enlace»
Toda la perspectiva sociológica goffmaniana se basa en una instalación dualista, al ser sus principales categorías «parejas» de categorías: actor-público, escena-entre bastidores, rol-distancia de rol, frames primarios-transformaciones y, naturalmente, actor-personaje.
Establece al sí mismo como “ubicado”, es decir, el self se muestra en una particular situación social. En segundo lugar, observa que el sí mismo como personaje es una imagen idealizada. Por tanto, el sí mismo parcial o virtual se presenta como el producto de una escena que es representada y no como su causa, es un “efecto dramatúrgico”.
El actor de Goffman aparece como capaz de interpretar con habilidad personajes comprometidos y fatigosos; de sumergirse en ellos y de distanciarse; de conjugar la exigencia de «salvar» la propia fachada conjuntamente con «salvar» la situación; de cooperar activamente con los otros, pero también de «jugar a» cooperar o de ordenar manipulaciones en su contra, es decir, se refiere a un sujeto consciente «protagonista» de su propia existencia. No obstante, la consciente reducción antipsicológica, provoca que «exista en el individuo goffmaniano la constante voluntad de salvar el propio sí mismo, la propia identidad y coherencia, la propia imagen, que no puede explicarse sin aludir a las categorías de tipo existencial»
En conclusión, Goffman considera que para comprender la acción social es mejor «empezar por lo exterior al individuo para, posteriormente, trabajar en lo interior, y no al contrario».



REFERENCIA

Herrera, M. (2004). La teoría de la acción social en Erving Goffman. Universidad de Granada. Departamento de Sociología. Recuperado de: http://www.raco.cat/index.php/papers/article/viewFile/25784/25618

jueves, 23 de marzo de 2017

TEORÍA DE LA ACCIÓN SOCIAL: INTRODUCCIÓN, ACCIÓN SOCIAL COMO PRESENTACIÓN DE "SÍ MISMO" Y ROL-DISTANCIA DE ROL.

La teoría de la acción social en Erving Goffman: Parte 1

Es difícil identificar a Goffman en alguna tradición sociológica, ya que, por una parte, concentra su atención en la interacción cara a cara, pero, por otra parte, declara querer abrir una de las perspectivas sociológicas mediante la que se pueda estudiar la vida social a través de la elaboración de un esquema de referencia que pueda utilizarse en el análisis de todo sistema social, ya sea familiar, industrial o mercantil. Menciona que para describir el gesto de alguna persona y, con mayor razón, para descubrir el significado debemos tomar en cuenta el ambiente humano y material en el que el mismo gesto se realiza, pues el sentido social de nuestras acciones siempre debe comprenderse en relación con la situación interactiva en el que surge.
     Goffman comprende que el mundo de las relaciones cara a cara se rige por un sistema articulado y persistente de reglas, normas y rituales. Dichas reglas las divide en dos: las convenciones habilitadoras o contratos sociales; y, por otra parte, las normas basadas en principios y valores que los individuos aceptan porque las consideran como intrínsecamente justas. La aceptación de ambas produce una efectiva cooperación en la población.
Por otra parte, Goffman cree que el orden interactivo se construye allí donde dos o más personas están físicamente próximas la una de la otra, sin olvidar que esta interacción se realiza dentro de un contexto social.

La acción social como «presentación de sí mismo»
Como se ha mencionado Erving Goffman considera que la acción social se presenta dentro de un contexto, y que a su vez ésta posee una dimensión comunicativa de «presentación de sí mismo». La primera regla situacional de la presentación de “sí mismo” consiste en la gestión disciplinada de la propia apariencia o fachada personal; la segunda es que todo individuo se presenta a sí mismo a través de sus acciones por lo que siempre son comunicativas con la finalidad de presentar un determinado perfil de persona caracterizada por ciertos atributos positivos. Esto hace referencia a considerar a la persona como un “actor”, en el sentido propio de la metáfora dramatúrgica. Sin embargo, el actor jamás es del todo consciente y dueño de la propia actuación; pues si bien, las primeras acciones son dotadas de sentido desde el punto de vista del sujeto (de una forma más superficial o verbal); las segundas comprenden una amplia gama de acciones que los observadores pueden considerar sintomáticas del actor, ya que son características que no pueden controlar fácilmente, como la expresión corporal.
     Para Goffman el sentido de la acción depende de las características de la situación interactiva y del contexto sociocultural en el que los individuos actúan. La interacción siempre implica un complejo juego de interpretación de la acción recíproca. Y toda acción ante un público es conjuntamente expresiva e instrumental.
Rol y distancia de rol
Como es sabido el objeto de la perspectiva dramatúrgica es la acción de un actor o de un equipo de actores que pretende representar un personaje o una singular rutina ante un público. Por tanto, el actor siempre se presenta ante el público (y ante la observación sociológica) con los “ropajes” de un particular personaje
     Goffman analiza la acción en el rol no en abstracto y en general, sino aludiendo al “sistema situado de actividades” en el que concretamente se realiza. Para él, una teoría correcta de la acción de rol debe distinguir tres niveles analíticos diferentes: a) el modelo normativo del rol; b) el rol típico, y c) la prestación de rol o ejecución de rol. El rol que el individuo juega en un específico contexto de interacción siempre será algo más que aquello que se reduce a simples hechos causales o incidentes, y algo diferente de lo que se puede reducir a la pertenencia a una institución.
     Explica que asumir un rol significa desaparecer completamente en el sí mismo virtual elaborado por la situación, exponerse a la percepción de otros mediante la propia imagen y confirmar expresivamente la propia aceptación de ella, sin embargo, asumir un rol también se ve determinado por la posesión de los requisitos y las habilidades necesarias para ejecutarlo.
Ante lo comentado se puede decir que el individuo posee una multiplicidad de sí mismos sociales (o de roles). Donde en un contexto de interacción determinado, está llamado a jugar y a identificarse en un rol particular, dejando al resto en un estado de “latencia. Señalando que es muy importante una cierta “distancia” con el rol elegido pues es benéfica para gestionar las tensiones que siempre, en cualquier medida, caracterizan a la “puesta en escena” de un actor ante un público.


REFERENCIA

Herrera, M. (2004). La teoría de la acción social en Erving Goffman. Universidad de Granada. Departamento de Sociología. Recuperado de: http://www.raco.cat/index.php/papers/article/viewFile/25784/25618

miércoles, 1 de marzo de 2017






     Erving Goffman nació en Manville, Canada en el año de 1922 en una familia de judíos ucranianos. Estudio química en la universidad de Manitoba en 1939, y después sociología en las universidades de Toronto y Chicago, en esta última fue discípulo de Evertt Hughes, Edward Shils y Lloyd Warner. Se doctoro en 1953 y comenzó su carrera como asistente y asociad en la universidad de Chicago. En 1958 se incorporó a la universidad de California en Berkeley, en donde impartió clases de sociología durante diez años, luego de esto fue docente de sociología y antropología en la universidad de Pennsylvania hasta el año 1982. Fue presidente de la American Sociological Association de 1981 a 1982.

   Su obra gira en torno a las relaciones sociales desde el punto de vista de la comunicación que se establece a partir de los roles asignados a los distintos interlocutores. La interacción aparece en su pensamiento como el elemento central de la vida social. Se inscribe en la corriente del interaccionismo simbólico, cuyas raíces están en Mead y la Escuela de Chicago, si bien el trabajo de Goffman hay que situarlo dentro de la corriente del interaccionismo lingüístico de la 'escuela invisible' de Palo Alto. En su libro Frame Analysis (1974) describe su teoría de los 'marcos', en torno a los cuales se forman las fachadas simbólicas nacionales, sociales, grupales o personales que proyectan rasgos de personalidad distintiva, capacidad de dramatización e interlocución y, en términos de comunicación, fijan las condiciones previas de interacción. Cada frame o marco descubre un conjunto de relaciones dialécticas que interactúan a través de las estructuras de lenguaje y conocimiento. El lenguaje es, como creía Austin, acción, pero también actuación, dramaturgia social, retórica, ritual. La interlocución se despliega así a través de apariencia y modales, que son para Goffman la fachada de clase, grupo o individuo. En la fachada está implícita la posición social, la naturaleza actuante del lenguaje, el poder de interlocución. En los frames se fijan los perímetros descriptivos y comunicativos de las estructuras sociales. La propia construcción social de la realidad lleva a enmarcados (framings) de las conductas, de los lenguajes, de las identidades, de las cosmovisiones. 

   Goffman asocia la clase o estatus a las fuentes de información y conocimiento. Parte de una relación causal que podría traducirse en la existencia de clases informativas, en una estructura sociomediática. Analiza el tejido que construye las relaciones sociales, así como la información disponible que articula las expresiones de identidad. El papel que juegan las clases sociales y su estructura no está aquí tan determinada por valores económicos como por los marcos de conocimiento e información que las conforman. Las diferencias en los niveles de conocimiento e información entre los segmentos socioeconómicos agravarán o aminorarán las desigualdades a través de la reproducción cultural del sistema. Cada clase o grupo social desarrolla distintos valores de enmarcado.

   La idea de frame es útil para conocer los perfiles asociados a determinadas prácticas mediático-culturales, ya que permite definir la oferta mediática como una estrategia de pre-audiencia, y tiene la ventaja de saber cuáles son las condiciones necesarias para una comunicación eficaz en un escenario dado. Los distintos marcos son ventanas reconocibles por donde entran los medios en dirección a los segmentos de público y a valores de uso diversos.
La obra de Goffman tiene un carácter innovador y su influencia en la sociología y la psicología contemporáneas es muy relevante. Sus trabajos relativos al análisis de la conversación son, junto a los de Harold Garfinkel, básicos en el desarrollo de esta modalidad metodológica de acercamiento etnográfico.